El tren.

Estoy muy agradecida a la página web Zenda por todas las oportunidades que está dando a nosotros escritores, profesionales y aficionados como es mi caso. Aprovechando que tengo tiempo libre, me apunto otra vez a otro reto más. Esta vez, con #historiasdesuperacion.

El día que decide subirse a ese tren es el día en que firma su libertad.

Pero sigue con los mismos gestos de siempre, esa inseguridad que hace que el cuerpo de la mujer se mueva con nerviosismo en el cómodo espacio del sillón. Sabiendo que todo ha acabado, pero nunca teniendo la certeza de que lo haya hecho.

Recuerda la última vez que le vio. No hubo manera de convencerle de algo sensato, como siempre era el caso entre ellos. Pero normalmente él lo quería solucionar con besos que se parecían más a cadenas que se extendían por todo su cuerpo que a actos de amor. De un amor como el que ella ha llegado a sentir. Hasta ese momento. Eso se ha ido repitiendo desde que ha salido de casa esa mañana, muy temprano.

Siente una excitación casi infantil, la alegría de tener el valor de dar un paso que debió haber dado hace demasiado tiempo como para ponerse a pensar en ello. Sí, escuchaba los consejos de toda esa gente (la poca) que le queda alrededor y la quiere: Sal de todo eso, no te conviene, no ves lo que está haciendo contigo…

Frena el escalofrío que le recorre la espalda, o lo intenta, relajándose mirando la variedad de paisajes que pasa ante sus ojos conforme el tren se va alejando cada vez más de la estación María Zambrano de Málaga.

Cada estación es una petición de él diferente. Serán celos, se decía. Es porque me quiere.

Será que enseño demasiado, a lo mejor es verdad que me paso con la ropa que llevo.

Me quiere sólo para él, qué bonito es eso. ¿Verdad?

Luego llega ese primer tortazo después de llegar muy borracho de estar con sus amigos. El estampar cristales y copas y botellas contra el suelo hasta tener lo que quiere. Hasta ceder para hacer el amor, porque ese lo que quiere en ese preciso momento.

Lo siento, sabes que te quiero. Lo dejas pasar.

No lo entienden, nadie lo hace. Es que me quiere de verdad. Tanto, que no puede vivir sin mí. Lo ha dicho, que si le dejo…

Si le dejo, él acabará con todo.

Ha decidido hacerlo, sabiendo que probablemente si él fuera hasta ella se dejaría encontrar.

Disculpas, otras distintas, más profundas que lleguen al fondo de su alma para convencerla otra vez de que es lo correcto.

El final teñido de sangre que ha evitado , pero que está susurrándole al oído eso de ‘no lo volveré a hacer.’

Published by Lau.

De Málaga, en sus treinta. Escribo apasionadamente desde que tengo uso de razón y me encanta la cultura y el arte. Soy esa que mi mejor amiga dice que se parece a Julia Stiles y lo lleva con orgullo.

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